El parque está soleado y el vino de la caja baja tranquilo -como esta mañana- por mi garganta, que ya casi no se entera de nada. Estos días estuve con Gloria que ha vuelto. Esta más gorda y huele bastante mejor, pero se le ve más acabada. Me dice que las navidades la ponen muy mal, yo simplemente me encojo de hombros y le digo que a mí me gustan las navidades, parece que la gente tiene más dinero para el vino. Ayer el miserable dueño de la cafetería italiana dijo que me pase después del cierre y me regaló una bolsa llena de sanwiches y cincuenta dólares. Lo miré y sonreí, quise darle la mano pero me dijo que me vaya. Por un momento pensé que me había reconocido.
Anthony está cada día peor, lo único a su favor es que ya está haciendo más calor, este invierno ha sido muy duro y no creo que aguante otro igual, tiene la cara congestionada y casi no habla, solo quiere vino y alguna pastilla, anda con la camisa abierta y tiene los pies muy hinchados, sin zapatos -no recuerdo cuándo fue la última vez que lo vi usarlos-. Yo debo ser el único que lo recuerda de cuando era empleado del supermercado. Intercambiábamos algunas palabras mas allá del saludo, él detrás del mostrador de la charcuteria, con sus gafas de miope, delantal y gorrita, sonrisa amable, y yo con la compra en el carro. Empujando mi vida diaria. Con mi cuenta de ahorros en la vena, mi ventana con vistas a mi costumbre. Hablábamos del tiempo y me despedía sin pensar. Sacaba mi lista de necesidades y seguía con mis compras para regresar a casa.
Hoy estoy contento. El vino está muy bueno, hace poco viento y he escrito un poema que quiero compartir con todos ustedes, mis queridos enemigos:
Mi soledad
quema el verde
de los árboles
congela el fuego
de mi cigarrillo
Desde una mañana
en que partí,
desde tan lejos,
nadie más que yo
puede leer en mis ojos
el relato de mis pasos
lentos y lejanos
Hoy bajo un cielo seco
el sol amanece
por donde siempre
y no le importa
que haya dejado
un jardín allá
en mis recuerdos.
El mar y una estrella
dicen que siga andando
entre el sol y el viento
y deje los lamentos.
Gloria dice que escribo muy bonito, pero que no entiende por qué siempre tan triste. “Tú no eres triste” me dice, mirándome a los ojos. Yo le digo que ella conoce a mi yo caja de vino, que es el mejor de mis yos, de lejos.
Los mormones le piden a Gloria que no vuelva a beber y que vaya a dormir todas las noches, pero ella prefiere acurrucarse con nosotros, envilecidos por el día, por las miradas que nos huyen, por las palabras de aquellos que vienen a preguntar si tenemos frío, si tenemos hambre, si tenemos alma. Nunca los entendí, solo hay que tener ojos para darse cuenta que Anthony no va a pasar el próximo invierno, que no quiere que lo toquen con las manos de uñas pintadas, miradas desde camionetas con cristales brillantes, no quieren que lo toquen sin alma. Ya casi no habla.
Esta mañana vino el hermano de uno de los que lleva poco tiempo por aquí, nos trajo unas bandejas con dulces, más sandwiches, y una maleta con un montón de ropa, zapatos y libros. No nos la entregó, la puso a un lado. Un chico sensible que sabe hacer las cosas bien. Abrazó a su hermano, le cayeron unas lágrimas, nos deseó felices fiestas, subió a su camioneta y se marchó.
Duro relato para un día de Navidad. Pero la vida es así, las fiestas no son iguales para todos, y a veces nos olvidamos de ello o, mejor dicho, queremos ignorarlo.
¡Un beso!
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Hola Elena:
Justo. La navidad es un dia interesante pues muestra las costuras de lo que esta hecha nuestra sociedad: consumo masivo, superficialidad e hipocresia ante el dolor.
No todos tenemos la suerte de vivir comodamente, ni siquiera de vivir sino de sobrevivir. Aquellos que estan ahi afuera, a los que ya ni lloran les doy mis regalos.
Un beso para ti Elena y espero que hayas pasado unas buenas navidades
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