Un día en la vida

A day in life


La lluvia me despierta. Son pasadas las tres de la madrugada y en mi habitación oscura vuelvo a recordar aquello que escribí hace unos días. Estamos mi amigo Paul y yo conversando, hago un esfuerzo por darle mi punto de vista, menciono a Borges y su relato “Funes, el memorioso”, dije cosas sobre lo arbitrario de nuestro discurso, del discurso humano, en general, de esa ordenación de cosas que significa por excelencia el lenguaje, incluso el matemático. Recuerdo que apareció en mi relato -inopinada como la lluvia de la noche de verano- la canción de los Beatles “A day in life” (se puede traducir como “Un día en la vida’). En realidad de ahí parte todo aquel relato. Nació de mi reflexión sobre esa canción de los Beatles que aparece citada en el texto, sin mayor referencia, como pieza suelta que no tiene mucho sentido en medio de algunas reflexiones. Esa canción es punto de partida, obra joyceana, una joya que resplandece en la oscuridad del tiempo.
Abro los ojos esta noche en mi cama. Al lado tengo a mi hijo de menos de cuatro años que duerme abrazado a su perro de peluche y respira con tranquilidad. El no sabe de los contornos ni del brillo de los límites. No sabe –literalmente- que está vivo, tampoco que va a morir, que todos vamos a morir, como lo sé yo, como lo sabes tú que me lees. Su vida son cosas que no sé muy bien como están dispuestas –no soy psicólogo- pero sé que no sabe aún muchas cosas y que su forma de ver el mundo es fantástica a extremos alucinantes, en fin, es un niño de esa edad como cualquier otro, con astronautas, dinosaurios y perros que hablan. Luego pienso en mi sobrina, que con veintidós años sufre ataques de pánico relativamente frecuentes. No escribo esto para provocar compasión por ella: tiene una edad, una belleza y vive en un mundo que ya quisieran muchos –y con razón- vivir. Lo digo por los contornos. Ella ve nítidamente los contornos de las cosas. Tiene una sensibilidad que, en gran medida, le hace daño. Sabe que todos vamos a morir, fundamentalmente, que ella tiene que morir algún día, y la aparición de esos límites –de su nítido e irrevocable brillo- le produce un vértigo que se transforma en pánico. Se observa las manos, siente su corazón latir, y eso también le produce una sensacion de vacío que se llena de horror por unos instantes.

Más allá de mi hijo -que sigue plácidamente dormido y que me llevó a pensar en mi sobrina- está mi mujer. Duerme y -tal vez- sueña con algo de su mundo que, convertido en símbolos, la mantiene entretenida en la telaraña de su mente esta noche. Ella también sabe de límites, de los contornos de las cosas, pero no se para a pensar en ellos más de lo necesario. Es práctica. Le gusta la vida simple y con reglas claras; el mundo, su mundo, está lleno de medidas. No se agobia por ellas, las entiende, algunas las acepta e incorpora, y otras las ignora. Sabe que sus días son una especie de camino y que por ese camino se van obteniendo unas cosas y perdiendo otras. Así es la vida, dice.
La noche se almacena quieta en mi mente y a mi alrededor fluye silenciosa la vida de todos y de cada uno. Esa vida que se puede dividir en pequeños instantes o en grandes montones de tiempo, ordenar en discursos o simplemente ser vivida como venga. Y pienso que la vida, un día en la vida de cualquier ser consciente, al poder dividirse en partes y ser contada -momentos como éste en el que estoy en mi cama a oscuras mientras la lluvia sigue cayendo constante e inclemente afuera- puede convertirse en ficción para otros, ser literatura, cuento, narración. Relatar un día en la vida, y volver a dormir.

Acerca de Javier Revolo

Javier Revolo escribe "Relatos Tóxicos" https://javierrevolo.wordpress.com/ y forma parte de la Asociación literaria Trilce que promueve la creación en lengua castellana en Australia. Vive en Sídney, Australia, y es abogado.
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6 respuestas a Un día en la vida

  1. Guardo un día seco, recogido del suelo, entre las páginas del libro que estoy leyendo. Un día… una sola hoja de un árbol, de las caídas en uno solo de sus innumerables otoños. Puede que sea esa sensación de que tenemos muchos, de que podemos derrocharlos, caminar entre ellos arrastrando los pies simplemente por el gusto de oír como suenan, lo que nos permita vivir sin miedo.
    Un abrazo primo. Ya lo ves, tu excelente relato me ha llenado de reflexión y de emoción.

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  2. Un día en la vida, como una hoja suelta y caída sobre un suelo seco. El poder recordar e individualizar nuestro pasado -ya cercano o remoto-, poder colocar nuestras capturas de tiempo sobre un tafetán verde y atravesarlas como haríamos con escarabajos, para mirarlos y tratar de entender algo.
    Esa canción de los Beatles es una correlación de cosas de un día en la vida de cualquiera en un día cualquiera en un lugar cualquiera de una ciudad inglesa, descrita con música de estilo rapsódico y en la cual se siente -de modo especial- el tiempo, las cosas que pasan frente a nuestros ojos, ese desorden que ordenamos en nuestra mente y con nuestra memoria.
    Gracias por venir primo! Recibe un abrazo, como siempre.

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  3. Sibisse dijo:

    Si hay algo que creo que ya te he comentado es la forma de convetir algo cotidiano en mucho más. Reflexiones, pensamientos, todo lo que se nos pasa por la cabeza y tantas preguntas sin respuesta. De todo lo que he podido leer, me llama la atención, esa sensibilidad que hace daño, percibir las cosas hasta que se acaban. Pero eso es lo que tienen la lluvia que invita a reflexionar, vemos la simplicidad de un día cualquiera, que también puede ser un antes y un después de como vemso el mundo. Bss

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  4. Hola Sibisse:
    La sensibilidad no siempre es tan receptiva, pero cuando lo es puede ocasionar situaciones complejas. Como ya dije, no soy sicologo ni me interesa mucho este área de conocimiento, pero entiendo que los seres humanos requieren de un cierto grado de sensibilidad que sea capaz de hacer perceptible y comprensible la vida de los otros, aquello que se llama empatia, para que la convivencia mejore. Mas allá, cuando se entra en el terreno de la desazón y la angustia me parece que hay que tener cuidado.
    Por lo demás, la fotografía de este relato es la de un hombre que pretende mirar el mundo por espacios detenidos, fotogramas, momentos de un día. Una idea interesante.
    Besos

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  5. Un día en la vida… Algo trivial. O trascendental. Todo. Nada. Comienzo. Final.
    Playa-Sol-Mañana. Oscuridad-Madrugada-Lluvia. Momentos.
    Recuerdos. Reflexiones. Conciencia del ahora. Del siempre. Del nunca más.
    Hola, Javier:
    He tenido que leerte varias veces en esta ocasión, antes de poder decirte algo. Pero no porque no te entienda. Sino porque tus palabras me han acercado -con demasiada diafanidad- a una de mis obscuridades.
    Entiendo el pánico de tu sobrina. Admiro y envidio el lúcido pragmatismo de tu esposa. Adoro la visión, -y todo el torrente de sensaciones-, que provoca un niñito plácidamente dormido… Y en medio de todo…, tú. Suspendido en la penumbra, el silencio, la noche. Un momento robado al sueño en que la cadencia de la lluvia despierta verdades dormidas que nos golpean con fuerza… O duerme mentiras a medias que nos acarician con displicencia…
    Instantáneas. Momentos que nos definen. Imágenes suspendidas en el tiempo que nos van construyendo…, nos van dando forma. Lienzos de la galería privada de nuestra biografía… Como esas voces tan queridas que forman la banda sonora de nuestra existencia. Bocetos de vida a mano alzada. Pinceladas vivas.
    Muy hermoso y conmovedor, querido Javier. Gracias.
    Un beso.

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    • Hola querida Bea!
      Pinceladas y trazos, momentos que se pueden aislar, observar y proyectar, hacer de ellos verdaderas piezas del puzzle de nuestra vida (si solo supiéramos que figura vamos construyendo…) Todo esto es una mirada al momento, lo que hacen los Beatles en su canción y Joyce con el «Ulises»: la deconstruccion del momento y el análisis de sus partes (o tal vez solo la recreación de sus partes)
      Una tarde me senté con mi sobrina a charlar y le conté de por qué yo creía que leyendo algunos filósofos te puedes curar del pánico: esos filósofos te curan de la idea de la trascendencia y de la vanidad del alma individual y la vida eterna (un horror casi tan grande como el infierno). Claro, ella no me hizo el más mínimo caso, y la entiendo. Quién se va a poner a leer filosofía cuando está sintiendo que se le va la vida por el cuello… Estoy seguro que un día no muy lejano todo esto de los ataques solo serán un recuerdo para ella.
      Mi mujer es genial: es práctica. O sea, lo radical opuesto a mi. Solo me queda admirar esa constitución mental (tanto como admiro la poesía del Siglo XVII, que me gusta, pero soy incapaz de escribir nada así) que de algún modo es la que impera en ciertos medios.
      Mi hijo es un laboratorio del universo y lo fascinante es tenerlo a mi lado, con sus descubrimientos y todo lo que lo rodea, me ensena muchas cosas de esa forma que solo son capaces los ninos.
      Un beso Bea y gracias por venir a leerme, sabes que aprecio mucho tu lectura y tus comentarios.

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