Esta noche tenemos que hablar, Aníbal. Bueno, lo primero que debes saber es que Papá nunca estuvo de acuerdo, y mamá, ya sabes, como siempre sonreía y meneaba la cabeza cuando escuchaba sobre tus intenciones. En todo caso, todos sabíamos que ibas en serio, que era amor, y también que te sería muy difícil pues ella era bella, culta y de una familia con mucho prestigio.
La impresionaste con tu fuerza, tu inagotable tesón, la firmeza con la que enfrentaste todos los obstáculos que te presentaron y, una vez rendida a tu voluntad, supiste agasajarla con regalos de nuestra tierra. Quedaba así demostrada tu capacidad de conquista y tu talante de caballero.
Tu no podías saberlo, pero cuando nos enteramos, encendimos todas las luces de la casa grande y en nuestros corazones un sueño nítido se estableció al lado de una sonrisa de suficiencia. Sin embargo, lo que nosotros no sabíamos era que, al último momento, decidiste esperar.
Fue tal vez por la inminente aproximación al momento de poseerla, o que simplemente te maravillaste ante la contemplación de su compleja e inmarcesible belleza; por lo que fuese, el hecho es que una oscura confusión se adueñó de tu mente –hasta entonces clarividente y sagaz- y te hizo caer en el hipnótico estado de la espera, según tus palabras, del “momento justo” que, claro, nunca llegó.
¿Recuerdas que te dije que la duda, en cuestiones de amor, siempre trae resultados nefastos? Ella -tu amor-, aun sin hacerte saber que se rendía, no podía sino entregarse a aquel que la había asediado sin darle respiro, que había derrotado sus defensas, aquel cuya estrategia se había mostrado invencible. Tenías pues que dar el paso final, decidirte a entrar y establecerte, glorioso, poseer aquello por lo que habías luchado; pero no, no me escuchaste, ni atendiste a nadie y, en cambio, como si oyeras a las sirenas cantar sus dulces melodías, te sentaste a esperar la señal de algún ser invisible, como si tu decisión debiera ser concedida por su anuencia.
Y fue entonces cuando tu amor, como un guante de terciopelo, se dio vuelta y fue de nuevo Roma. Se recuperó de su asombro y te devolvió, punto por punto, los sutiles golpes con los que la habías intentado conquistar. Te despertó del sueño y te obligó a replegarte, intentaste someterla otra vez, pero era demasiado tarde, ella tenía la mirada fija y no te dio tregua.
Ahora, luego de haber dilapidado tu fortuna -esa oportunidad de oro- su furia se dirige también contra nosotros, arrasando con todo a su paso, para cobrar una deuda que no contrajimos. Nunca, por una falta de decisión en el ultimo momento, se ha pagado tan caro.
Papá dice que nos lo merecemos por haber confiado en ti, mamá acumula incienso en silencio y se dirige a su pequeño altar a volver a rezar, Amílcar se ríe a carcajadas, borracho, en casas de meretrices, esperando, como todos, la inexorable muerte.
Muy bueno Javier. Aunque con un tono narrativo muy diferente, creo que esta a la altura de «El Espejo» y «El Numero Nueve» en cuanto a su ejecucion (para mi, modestamente, tus mejores relatos de los que yo he leido). Bacan porque significa que amplias tu registro mas alla del relato fantastico. No era facil, podias haber resbalado por el tonito meloso y facilongo de lo cursi y, al contrario, se mantiene con aplomo la sobriedad. Un abrazo.
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Manueliada! Fecundo en ardides!
Primero lo primero: te recibo con un amplio abrazo, de esos que se estrechan a los marineros perdidos cuando regresan su perfil a casa.
Gracias por tus siempre amables palabras, sabes que este ‘mestiere», como dicen los italianos, requiere una dosis de animo que proviene de alguna mirada benevolente, como la tuya.
Este relato participa de algo mas, como tu sabes, Anibal desperdicio, tal vez, la oportunidad mas grande de la historia -cuyas razones siguen siendo un misterio- al no entrar en una ya totalmente vencida Roma, hecho que hubiera cambiado el curso de nuestra vida como civilización.
Aquí jugué un poco con la palabra de la ciudad: Roma/Amor en una historia que se termina por «dar vuelta».
He leído tu articulo en «La cinefilia no es patriota» pero eran las tres de la madrugada y no escribí el comentario, espero hacerlo mas tarde. Que sepas que me gusto mucho, como siempre, la película «Avatar» y nuestra idea de «vivir de acuerdo a la naturaleza» están muy bien entrelazadas, la idea se entiende con claridad y el texto es entretenido.
Hablamos luego.
Un abrazo maese de Calatrava
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Me gusto esta recreación de aquella duda que cambio la historia de occidente. la duda de Anibal frente a Roma, y tu juego de palabras Roma Amor. Muy original. Un saludo
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Una duda que permanece siendo un misterio pues como estratega Anibal había demostrado sus enormes capacidades y sabia que Roma ya no le ofrecía ninguna resistencia, sin embargo, se quedó acampado fuera por tanto tiempo, sin decidirse a tomarla, que propició su reorganización y el contra ataque que no solo fue su derrota sino el reforzamiento y dominio total de Roma en el Mediterráneo. Solo Anibal sabe que fue lo que pasó por su mente. A nosotros nos queda la historia y recrearla, casi siempre de acuerdo a nuestra imaginación.
Saludos Concha
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Hay una atmósfera bacán con respecto a la espera del narrador y a la seguridad sobre su destino, que dota de una fuerte tensión dramática al relato. Las referencias a su padre y hermano y la mención del suicidio como una sugerenca velada, quién sabe, como último recurso para sobrevivir congraciándose con los vencedores, invita a los lectores a continuar el relato en su imaginación. Otro Acierto. Como tú sabes, siempre he sostenido que lo más importante de una obra está en lo que sugiere, en lo que no aparece, en lograr trascender su anécdota. Un abrazo.
PS: No te recomiendo que escribas un coment en «La Cinefilia…» ya sabes que por allí no son muy amables y lamentaría que alguien te pusiera algo torpe y chuzco. Allí los coments siempre son virulentos.
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¿por qué Anibal no destruyó Roma? Tal vez por eso mismo, porque no quería destruírla
Me gusta mucho la forma de mezclar al personaje, el contexto histórico y la historia en general. Se me ha hecho muy ameno y hasta me he reído, aunque no tiene nada de gracioso. pero la forma en que el narrador lo cuenta si resulta pintoresco.
Bss
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Gracias, Sibisse.
En mi comentario a Javier, explico por qué. Es por no hacerme pesada repitiéndolo…
Pero gracias, preciosa, por tu revolucionaria -y a la vez- tierna idea… 🙂
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Me ha gustado mucho el tiempo y el modo en que esta planteado el relato, la elegante prosa y el apasionado personaje de Aníbal que se debate con las dudas que todos los amantes esforzados y sensibles conquistadores, tenemos: si es que no resulta imposible domeñar la belleza sin destruirla y si no se malogra la ilusión y el deseo al alcanzarlos,
Por otro lado, si quieres mi modesta (y confío en que, por el cariño y admiración que sabes que te tengo, no molesta ) opinión, la historia tiene la fuerza suficiente como para poder plantearse el escribirla en un plano más real sin la trasposición mujer-ciudad. Pero, claro, sería otra cosa.
Bueno, primo, es un lujo leerte. Hasta pronto y un fuerte abrazo.
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Hola otra vez Manuel:
Me parece que es como tu dices, un relato (un poema, una película, etc) que continua en la cabeza de aquel que la experimentó, ha conseguido trasmitir, ponerse en una relación privilegiada con el destinatario, ha logrado generar algo. Y eso es, tal vez, lo mejor que le pueda pasar a un texto u obra.
Gracias Manuel!
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Sibisse:
Es casi lo mejor que he oído sobre este relato: que te hizo reír. Es que el tono del narrador tiene una cierta amargura mezclada con un poco de ironía. Me encanta saber que has podido percibir eso, era algo ciertamente difícil. Gracias.
Un beso Sibisse, espero leerte muy pronto
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Mi querido primo Bueno, Miguel!! El hombre de las mil Guineas!
Hombre, pues te agradezco la opinión, sabes que siempre escucho lo que me dices. En este caso no creo que hubiera necesitado escribir este relato sin el juego que me propuse desde antes de escribirlo: Las vueltas que da la vida, aquello que era bueno se torna malo, la atracción en huida, etc. Todo ello desde esa simple ‘ecuación» de una palabra que son dos: Amor/Roma
Es cierto, nos casamos y algunos terminan odiando secretamente a sus maridos/mujeres -o no tan secretamente-, personas a las que admiramos acaban por parecernos desagradables, deseamos un ascenso en el trabajo y luego anyoramos el puesto anterior, en fin. La vida, muchas veces, se da vuelta. Como se da vuelta un guante, una camiseta. Sin ese detalle del nombre no se como podria haber escrito este relato, es la parte esctructural del mismo, la idea desde donde nace. Claro, no siempre tiene que saberse o notarse, me conformo con que se presienta. Por otra parte, la historia de Anibal es genial. un hombre que no tiene que hacer ya nada, solo dar el puntillazo, para culminar su larga conquista, decide, misteriosamente, no dar ese paso… con las consecuencias que luego eso le trajo, y no solo a el, sino a todo su pueblo.
Recibe un fuerte abrazo Miguel, nos leemos pronto
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Uuuaauuuhhh!!!
Me fascina, Javier, cómo conviertes la historia, en este caso el retazo que por derecho propio pertenece a Aníbal, -tan sabido ya, por otra parte- en un relato breve lleno de sorpresas que no tendrían por qué sorprendernos.
Ya sabes, la capacidad de sorprender es un bien más que preciado en este arte, tan explotado, como es la literatura. Sorprender.
Y una vez más, me has sorprendido.
Y estoy, -además- completamente de acuerdo con el comentario de Sibisse… No sólo en cuanto a alguna sonrisa que me ha provocado el tono condescendientemente admonitorio que utiliza el narrador, que por tan severo e indulgente a un tiempo -para tan magno descalabro- resulta a veces desconcertante e irrisorio; y lo que resulta de comparar conquistar a una mujer con someter a una civilización -que tiene lo suyo, y me encanta cómo lo has desarrollado-, sino por lo primero que dice…
Y que seguro no fue…, pero me apasiona la idea, y agradezco a Sibisse que valientemente la plasmara… Que Aníbal no destruyó -conquistó- Roma, ¡¡¡porque no quería hacerlo!!! Qué bonito, Sibisse. Mil gracias por esa ráfaga de aire fresco… Me has alegrado el día con ese pensamiento… 🙂
Me encanta cómo juegas con las palabras. Y el juego que es todo el relato. Eso sabes hacerlo muy bien. Recuerdo… ¿Cómo se llamaba? ¡Ah! Sí!!! “El arte de no olvidarte”!!! Allí también juegas parecido, y también resultó un precioso relato, al que guardo mucho cariño. Ya te digo que eso se te da muy bien. 😉
Y el juego amor/roma, me encanta. Ya sabes que para mí escribir es jugar, y me lo paso bomba cuando leo este estilo de relatos…
La verdad es que creo que cuentos como éste, “relato-histórico”, pertenecen a otra división. 😉
Enhorabuena, querido Javier.
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