Cuando el tiempo se extiende
como una manta
de oriente
vuelvo mi mirada vespertina
sobre dos puertas y una sola entrada
una casa al borde de un parque
una infancia con bicicleta,
comprar pan caliente,
la cara de mi madre
frente a sus alumnas,
el sonido del Volkswagen color cielo,
mi hermano sufriendo un miedo irracional
tras las persianas,
mirando pasar gente
sin verde.
El olor de la cera sobre el piso,
el sabor del agua,
los libros del cuarto del fondo
esperando algo.
Occidente era un mundo
frío y bello
que no me recibió
nunca,
en el que la contradicción
descubre sus debilidades
cubiertas por la actitud de mando.
Aquí muero.
Los días cuando me enfermo sueño
con esa casa al borde de un parque
y veo la cara de ese niño dueño
de una bicicleta
salir por una de las puertas
Hola Javier. Si tuviera que describirlo con una palabra, sería tranquilidad. Es como revivir esos recuerdos de niños, y tranquilidad, porque cuando eres niño no te asalta el miedo al futuro, solo estás pendiente del aquí y del ahora, para luego transformarlos en recuerdos.
Saludos
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Hola Sibisse:
Gracias por tu comentario. Si, tranquilidad, una mirada, una forma de entender las cosas, en fin, serenidad.
Nos leemos pronto.
Un beso Sibisse
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