VIVIMOS en una sociedad que si bien ha alcanzado una compleja relación con la tecnología también ha hecho de la indiferencia, cuando no de la más descarada rudeza, la forma más común de trato entre las personas. Mucha gente –según mi opinión, de modo equivocado– ve una relación “natural” entre lo que se denomina “ evolución” y agresividad.
Esta agresividad no solo se puede observar en el modo de conducir o de insultar, cuando alguien no se da prisa en moverse al cambiar la luz, sino también en las frases más o menos directas de los políticos, de los comentaristas, de los comediantes y en muchas otras actitudes sociales vistas como positivas.
Lo que más se ha resentido con esta actitud en nuestra sociedad, es la cortesía. Esa calidad del espíritu, esa elegancia para relacionarse, que hoy es vista casi como una vieja costumbre, casi como una lengua muerta, propia de gente vieja o débil. Y es que ser amable hoy se confunde con debilidad pues impera la dureza en el trato. El hombre inseguro tiende a mostrarse seco, rudo y, en lo posible, intenta menospreciar a los débiles como fórmula para destacar, pues no puede hacerlo de otro modo, frustrado por su mediocridad.
Con padres del “primer mundo” que opinan cosas tan horribles, por ejemplo, como que los inmigrantes quitan trabajo a los nacionales, qué podemos esperar de sus hijos, de su actitud respecto a otros seres humanos.
Alguien cortés es capaz de ponerse en el lugar del otro. Empatizar es un modo de entender, no solo a los demás, sino también a uno mismo. Es un ejercicio de humanidad, de inteligencia social.
Otra cosa que ha cambiado es cómo miramos. Vemos a los otros como directos o potenciales competidores y así no se puede llegar muy lejos, ya no en el camino de nuestra especie, sino en el propio. Un hombre desconfiado ve peligro por todas partes y retira primero el amor, luego la compasión y, finalmente, la humanidad de sí mismo y de lo que lo rodea. Solo queda un hombre asustado, aislado, con rencor. Por lo común, sintiéndose víctima de acoso.
En lugar de observar la enorme cantidad de cosas que nos unen, vemos -o nos hacen ver- las ínfimas que nos diferencian y las potenciamos a niveles monstruosos. Muchas veces me pregunto qué ganamos con tal actitud. La mayor parte de los casos no se hace esto siquiera por algún beneficio personal, sino como ciega consigna inducida por un reducido grupo que necesita de esas actitudes, basadas en el miedo y la ignorancia, para conseguir sus fines, normalmente de control y poder.
La cortesía es una forma atemporal de estar en el mundo. Un modo de respetarse a uno mismo. Ser amable es ser humano -contrario a la animalidad del gruñido y la desconfianza-, es una actitud desprestigiada en estos tiempos de servilismo, de tedio, de magnificación de la apariencia y de microscópicos funcionarios y porquerías envueltas en celofán como inmejorables modelos sociales.
Sería magnífico recuperar lo mejor de aquellos modales, ahora casi perdidos, como el saludarnos en la escalera, al entrar en el autobús o ascensor, pedir las cosas por favor y decir siempre gracias.
No se trata de una compleja filosofía sino de unas formas que hacen posible, de modo práctico, aquello tan abstracto que llamamos humanidad. Empecemos por ceder el asiento a un anciano, sonreír al conductor del autobús, cargar las bolsas de una mujer por la calle, desear “buen día” a quien nos atiende, aun cuando no nos devuelvan el saludo o la sonrisa se nos quede pegada al rostro y sintamos que somos inadecuados, que pertenecemos a otro mundo, a otra época. Malo es resignarse como la joven del supermercado que ya no saluda porque casi nunca le devuelven el saludo, dejar que nos derroten los más animales de entre nosotros. Lo real es que la cortesía es parte importante de la calidad de vida, y que mientras la ejerzamos, estaremos alimentando la llama del calor humano y pasándola de unos a otros.
Hacer la vida más grata a una persona que no conocemos, aunque sólo sea con una sonrisa o un apretón de manos, es salvar un poco al mundo. Ser cortés es, en estos días de racanería emocional, una forma de valentía. Hoy –y siempre– una forma de elegancia.
Reblogged this on Felipe J. Piñeiro García and commented:
La cortesía vista desde Javier Revolo, no te dejará indiferente
Me gustaMe gusta
Realmente escribes en un grado excepcional, estás en otra liga, para que nos entendamos.
Exquisita introspección social y cultural, enhorabuena querido Javier.
Me gustaMe gusta
Hola Felipe:
Muchas gracias. No se qué puedo decirte, no creo estar en otra liga -y te aseguro que no se trata de modestia, ni falsa ni verdadera-, es decir, estamos en el mismo lugar: aquí y ahora, escribiendo aquello que nos concierne. Algunos, como tu, encadenando versos delicados a tus ideas y sentimientos, otros, como yo, enhebrando todo aquello que se me cruza y se deja aprehender.
El tema de este artículo es producto del cansancio. Cansado estoy de que se nos haga creer que es anticuado ser amable, bueno, sencillo… cansado, porque a pesar de que la mayoría que me oye suele coincidir conmigo, luego veo que les puede -que nos puede- la marea de brutos y terminamos arrastrados en silencio, al silencio, cuando no a la zafiedad y rudeza. Así que quise dejar claro dónde me paro en ciertas cosas que creo importantes, y esta es una. No se si hacía falta, pero igual a mí sí.
Recibe un abrazo estimado Felipe! y gracias, eres muy amable.
Me gustaMe gusta
Qué brillante artículo, Javier…
Mi más sincera enhorabuena, no sólo por las formas (está impecablemente escrito, como para que lo entiendan hasta los menos “corteses” :)), sino por el fondo… Qué gran fondo!!!
Ojalá pudiera salir publicado en TODOS LOS DIARIOS DEL MUNDO!!! En las revistas de moda, en las de motor, en las de cocina, plantas, bebés, diseño gráfico, perros (en las de caza no, me niego…) En los diarios gratis, en los que se cobran, en los que se regalan…
Ojalá todo el mundo pudiera acceder a leer este brillante artículo. Y ojalá así, tus sabios dedos pudieran tocar su entendimiento y despertar su conciencia. Su cortesía.
Porque, como muy bien tú explicas, un simple saludo, una simple sonrisa, un simple ceder el paso al coche siguiente, son gestos que encierran mucho más de lo que aparentan. Encierran el deseo de vivir en un mundo mejor, más igual, más justo, más feliz. Después de esta reflexión, uno llega a preguntarse si es que quizá existan muchas personas que no quieran vivir en un mundo mejor. Aunque por desgracia, como también tú apuntas, yo creo que la inmensa mayoría se ha rendido (como la chica del supermercado que ya no saluda porque está harta de no ser correspondida…), se ha cansado. Ha perdido la ilusión y la capacidad. Stch! Qué triste!!!
¿Sabes, entre otras cosas, por qué adoro yo las Navidades? Porque te permite ir saludando y difundiendo buenos deseos a la gente, sin que te miren “demasiado” mal. Me encanta entrar a una tienda, al metro, ¡a donde sea!, y poder decir, con una inmensa sonrisa, “Ah! Y feliz Navidad!!!”
Qué gozada!!! Lo disfruto tanto!!! Siempre pienso que sería fantástico, una vez acabadas las Navidades, seguir con la misma “canción”, cambiando sólo la letra… Mmmm… No sé. Por ejemplo: “¡Feliz primavera!” O “¡feliz caminar!” O “¡feliz día de lluvia (si es que llueve, claro)“ O sencillamente… ¡Feliz día!
Estoy contigo de todas todas. La cortesía está en desuso, y es una verdadera pena. Y un claro síntoma de lo malito que está el mundo. Qué penita…
Y creo firmemente, -aunque creo que no me había parado a pensarlo, pero qué bien que tú me has hecho reflexionar!!!-, que tienes toda la razón cuando dices que está directamente relacionado con el hecho de que parece que en esta sociedad actual en la que vivimos, impera la “agresividad”, y que ser cortés, o galante, o sencillamente educado, es un signo de debilidad.
Hatajo de incompetentes humanos!!!
Eres más fuerte tú, Javier, o yo, con todas nuestras sonrisas y nuestras buenas maneras, que el gallito impresentable que parece que se va a comer el mundo, porque has tardado 0’01 segundos en mover el coche, cuando ha cambiado el semáforo a verde. Porque como tú dices, son acomplejados, temerosos y cobardes. Es el miedo, en última instancia, lo que les hace actuar así… Aunque pasa también por una mala educación observada sobre todo en su familia, egoísmo, impaciencia, cero empatía y cero concepto de la justicia… En fin, un asco. Y sobre todo… Una pena.
Gracias, gracias y más gracias, por haberlo expresado tan bien!!! Está bien urdido y desarrollado. Obviamente daría para mucho más, pero creo que una vez más, con tu sagaz concepción del “tempo” y tu dominio de “lo que es verdaderamente importante”, has dado con el fondo y la forma perfectos. Ni sobra ni falta nada… : ) Yo me he quedado así… Mira… :O Con la boca abierta… : ) Jajaja…
Y además haces que me sienta menos sola… : )
Qué placer es siempre leerte, Javier. Qué sabio eres, ¡y qué bien escribes, jodío! Jajajajaja… (Si me disculpas “el palabro”, pero es que a pesar de todo… ¡¡¡estoy de buen humor!!! ¡¡¡Jopeta, que estoy vivaaaa!!! :))
Buena mañana para ti, desde mi noche. Besos y…
¡¡¡FELIZ DÍA!!! : )
Me gustaMe gusta
Querida Bea!
Otra vez logras ponerme una gran sonrisa en la cara. Y eso es para mí como si hubiera vendido un montón de libros -si fuera un escritor que escribe y vende libros-, o como si hubiese ganado un concurso de cuentos, si participase en esas lides; porque, vamos, leer lo que dices sobre lo que escribo, me pone de muy buen humor -sera que soy un vanidoso?-. Y no es para menos, Bea, te aseguro que si no fuera porque nadie mas que yo habla español en esta casa, ya habría imprimido tu comentario para darlo a leer a los otros, pero ya ves, mi hijo habla ingles y aun no sabe leer, Christina habla un idioma que parece la búsqueda de sintonía en una radio antigua: danés, y traducirle lo que has comentado me resulta demasiado pretencioso. Así que me veo constreñido a quedarme en la cama sonriendole a la pantalla !y tan feliz!
Un artículo es un grano de arena en las playas de Internet. Que es como tiene que ser, por otro lado.No pretendo ser un dedo acusador de la sociedad, ni un moralista, ni nada de esas cosas tediosas que lo amargan a uno… a diferencia del viejo Platon, no creo que la gente cambie por las palabras que escucha o lee, tampoco por las imágenes que ve o la música que oye. Los nazis eran finos degustadores de arte -algunos, claro, no todos, pero con uno me basta como ejemplo de lo que quiero decir- que luego de llorar ante una concierto de Mozart se iban a impartir «justicia» en nombre de su pueblo… y ya sabemos lo demás. El arte no cambia a los individuos por si mismo. El cambio es un trabajo, si se quiere, múltiple y constante que, ademas, requiere convencimiento y agallas. Lo primero, hay que ser inteligente para saber que se ha estado equivocado. Ya solo eso cuesta un huevo. Luego hay que hacer frente al mundo que uno había construido sobre conceptos y costumbres equivocadas, ideas y costumbres a las que teníamos carino, para luego discutir con aquellos a quien antes se daba la razón o incluso se admiraba… eso ya son palabras mayores. Lo mas probable es que, como los drogadictos, se vuelva a caer en el error, si es que no se tiene lo que hay que tener. Cambiar no esta al alcance de muchos, por desgracia.
Espero no llevarte a equivoco con lo que te estoy diciendo.
No soy un nihilista, escéptico o depresivo que se resigna al mal que hay en el mundo. Para nada!! me rebelo ante eso. De hecho creo que eso se puede ver en mi articulo, no?
Creo en la fuerza de la acción humana, en el ejemplo, en la bondad individual, en la fuerza maravillosa del carino, del amor, de los gestos. Cada vez que hacemos algo en una dirección se expande como una onda invisible a través de otros cuerpos y otras mentes, de otros corazones que ya no vemos ni saben de nosotros. Por eso hay que tratar de actuar siempre sabiendo que la acción tiene un alcance mucho mayor del que podemos percatarnos. Para bien y para mal.
No me voy a poner «profundo» -no lo soy, si algo soy es curioso- para no caerte pesado. Solo quiero decirte que la cortesía es un arma poderosa pero que hay que, como toda arma, saber usarla. Nuestra acción cortes tiene que ser efectiva. Mira, te cuento algo para acabar. Hoy me debo de haber quedado con una media docena de sonrisas congeladas en la cara y dos o tres ligeros movimientos de cabeza de saludo al pasar sin respuesta, estoy casi seguro que una buena parte de aquellos que me ignoraron o pasaron fue sin querer, tal vez porque no están acostumbrados a que los saluden, les sonrían o les den las gracias… y los pocos que piensan que soy tonto, a ellos van dirigidas mis atenciones. Se que ellos no se van a dejar convencer de que saludar y decir gracias es mejor que simplemente pasar de todo, que mantener «la distancia». En realidad, no quiero -ni me interesa- cambiarlos, encallecidos como están en la estupidez, seria necio de mi parte. Sino que, como aquel que necesita hablar en publico para poder hablar cada vez mejor, así ejercer la cortesía con aquellos que son unos brutos es necesario para fortalecer nuestra convicción de que las sonrisas y los apretones de manos son mejores que las caras agrias y rabiosas.
Siento mucho estas larguísimas respuestas que son casi entradas de blog, pero la verdad disfruto mucho escribiéndolas. Así que no lo siento, mas bien lo agradezco, como las palabras tan halagadoras a mi articulo y otras cosas que he escrito. Eres un premio, querida Bea. Gracias por tu amistad.
Un beso
Nos leemos pronto!!
Me gustaMe gusta
Una vez más te felicito, tus ideas son profundas.
Me gustaMe gusta
Hola tío Juan!
Muchas gracias! es un gran gusto saber que lees algo de lo que he escrito.
Recibe un abrazo
Me gustaMe gusta
Estoy de acuerdo con Bea, muy de acuerdo, yo soy escueto y ella detalla a la perfección tus letras. Ha sido un placer leerte, que grande eres.
Me gustaMe gusta
El placer es mio, Felipe, agradezco la suerte de que estés entre quienes leo y me leen. Gracias por tus palabras.
Un abrazo
Me gustaMe gusta
Comparto con el resto de las personas que han opinado que es no sólo un excelente artículo sino muy oportuno. Cuando yo era pequeño en el colegio teníamos una asignatura que se llamaba urbanidad, te enseñaban a comportarte, a ceder el asiento a las personas mayores, a pedir las cosas por favor, a ser limpio, a comer correctamente etc. Después vinieron esas generaciones muy progres que no sabían distinguir nada de nada y dijeron que todo eso era conservador y pasado de tiempo y moda e imponían lo que ellos llamaban formas naturales de relacionarse, el tuteo indiscriminado, el coleguismo, hasta que la degradación de las formas llevaba a la degradación del respeto y de la consideración al otro.
Hay gente que habla de cambiar el mundo, se les llena la boca con la palabra revolución, los jóvenes siempre dicen que es imposible cambiar el mundo que el poder esto o lo otro, tal vez bastaría con cambiar nuestro entorno, nuestro comportamiento, ceder el asiento a una persona mayor, a una embarazada, bajar el volumen de la música, no aparcar en los pasos de peatones, respetar al otro por el sólo hecho de ser un semejante y no por sus dinero o por sus títulos, eso si que sería una gran revolución . La cortesía, como muestra de respeto, tal vez sea la revolución pendiente y no otras.
Un saludo.
Me gustaMe gusta
Hola Javier:
Interesante lo de esa forma «natural» de relacionarse, casi de comunidad Hippy, que borró distancias -creo- necesarias entre padres e hijos, entre viejos y jóvenes. Estoy convencido de que se hizo bien en intentar erradicar algunas diferencias injustas -sexismo, racismo-, pero tratar todas las diferencias del mismo modo produjo este mundo patas para arriba en el que vivimos, donde si tiras de la oreja a tu hijo en público porque su actitud es irrespetuosa o simplemente inadecuada, te pueden llegar a acusar de maltratador o peor, y cada vez mas frecuente, sea tu propio hijo quien te acuse a la policía. Así es como se produce ese tipo de niño/adolescente/joven: tirano/a. Aquel que sabe que tiene derechos y no siempre obligaciones.
No se debe castigar sin motivo, claro, pero si hay motivo, no creo que sea del todo malo -dentro de los limites de lo razonable y proporcional, ambas medidas son de sentido común-, porque de todos modos, la cortesía no es una actitud espontánea, no se nace siendo cortés, amable ni generoso. Son actitudes que debemos aprender y que tienen su origen en el respeto, sin este elemento simplemente no es posible.
Mi madre me enseñó a respetar a las personas como un modo de respetarse a uno mismo. Primero, esta claro, tuve que aprender a respetarla a ella y, siendo ella misma una persona cortés, aprendí a respetar a los demás.
Un solo apunte mas. La rudeza en el trato -como sabemos- es mundial. Por motivos similares, en la sociedad occidental se ha perdido el trato respetuoso y amable. No soy psicólogo ni sociólogo pero me parece que entre un joven de Liverpool y otro, por ejemplo, de Asunción, no hay mayor diferencia en su forma de ser y tratar a los demás. Hay algo en la ética de la sociedad contemporánea, en nuestros modos de ver el mundo y nuestros intereses, que esta mal, muy mal. Pero como bien dices, son los actos individuales como sonreír a un desconocido, saludar a quien nos atiende, ayudar a las personas mayores, a los débiles, nos caigan bien o mal, son estas acciones las que pueden hacer, sino una revolución, al menos un gran cambio. Y, sabes que? cualquier cambio, por pequeño que sea, es bienvenido.
Un abrazo Javier, y nos estamos leyendo.
Me gustaMe gusta
Querido Javier
Todo un acierto proponer este tema en el momento en que vivimos. Y, luego, con tu buena y elegante prosa nos lo dotas de delicadeza e interés, actualizando una idea que viene desde lo más antiguo (Confucio incluido) y que es la relación moral y ética que tiene el trato con los demás. Por algo los romanos llamaban humanitas (humanidad) a la afabilidad y a la cortesía. Una cortesía que no debe ser entendida como una relación basada en la hipocresía y en reglas estereotipadas sino en el respeto, la tolerancia y la benevolencia.
Naturalmente que este escrito tenía que salir de ti, y no podía esperar otra cosa, porque en él hablas de valores que no «atesoras» sino que derrochas y regalas. Un abrazo, primo y gracias por estar ahí.
Miguel.
Me gustaMe gusta
Hola querido Miguel!
El momento -que ya viene siendo largo- es apropiado, de hecho. Este artículo lo escribí al observar, cada vez mas frecuentemente, esa indiferencia y hasta desprecio -activo o pasivo- de un gran numero de personas hacia otro/s por ser viejos, homosexuales, inmigrantes, vagabundos o, simplemente, por tener un acento diferente u opinar de modo distinto al resto de esta sociedad nuestra de «ganadores» de pacotilla, de mediocres sin opiniones propias, de frustrados incapaces de entender que, la mayor parte de las veces, están donde están porque se lo merecen. Lo siento, pero me da coraje tanto abuso.
Repito, no creo que nadie cambie con la lectura de un artículo o una conversación -o varias-. Somos seres complejos que nos mantenemos gracias a una ficción llamada «tener la razón». La mayor parte de la gente ya tiene una y con esa les es suficiente. Solo quería subrayar esta crispación social, esta ola que deshumaniza, en forma de cerrazón y miedo, y que se transforma en violencia social, con la falta de respeto como su principal signo, falta de respeto que encierran todas esas actitudes, desde la indiferencia hasta la agresión, y por otro lado, la visión de la cortesía como un conjunto de prácticas o modos ya caídos en desuso, prehistóricos, en nuestra sociedad del siglo XXI.
Querido Miguel, gracias por tus palabras, de verdad, de corazón, me alegra que pienses tan bien de mí o algo de lo que escribo. Seguro que no me lo merezco, pero siempre es un gusto escucharlo de alguien como tu a quien respeto por tantas cosas inteligentes que has creado y que están a la exposición de quien las quiera ver en tu casa virtual.
Un abrazo primo, nos leemos, como siempre.
Me gustaMe gusta
Pingback: Mutando…
Hola Javier, soy Mari Carmen, cuñada y admiradora de Bea a la cual quiero muchisimo porque es muy especial para mi, con una energia arrolladora y con un gran corazon …de las que siempre calzan el zapato de los demas para entender su cojera…bueno en su blog me recomendo que leyera «cortesia» que me gustaria y como siempre…tenia razon.
Me da un poco de complejo cuando escribo a personas que dominan la palabra como Bea y como tu , pero hay un dicho que dice que si en el bosque solo cantaran los pajaros que lo hacen bien no se oiria nada.
Bueno salvando un poco el complejo y pidiendo perdon por las posibles faltas y acentos( que no pongo ninguno) tengo que decir que ha sido un gustazo leerte que estoy totalmente de acuerdo en todo (soy de la vieja escuela),que habria que fomentarla ,dar clases en los colegios poniendo un poster en todas las puertas de las aulas de tu relato,,,en fin que deberian prohibirla si, si porque creo que seria la mejor forma de promocionarla…habria contrabando, se venderia en las esquinas, los corruptos la atesorarian… bueno que me enrrollo…que me ha encantado leerte, que ha sido un placer visitarte…le dare las gracias Bea `por la recomendacion. Un saludo
Me gustaMe gusta
Hola Maricarmen:
Coincido en todo lo que dices de Bea, es una persona extraordinaria y eso se puede ver a través de lo que escribe y por como lo escribe.
No te preocupes por los acentos, como veras yo tampoco los uso muchas veces, o no siempre. Escribir es, si se quiere, un atributo humano que todas las personas deberían practicar, es decir, compartir historias, reales o ficticias, que muestran nuestra vida -la individual- y de ese modo la compartimos. Es una forma de vivir que no se debería desperdiciar por miedo a hacerlo de una manera o de otra, correcta o incorrecta, mejor o peor, todas las historias, bien vistas, son únicas, como aquellos que las escriben. Todas las historias son importantes, como la vida de cada uno lo es.
Finalmente, me alegra saber que te ha gustado y que compartes la idea principal de este texto. Es muy difícil cambiar a las personas, pero no por eso no se debe intentar. Lo digo porque aquellos que son violentos y agresivos con los débiles suelen tener unas ideas muy claras que manifiestan de modo constante y sin tapujos, cambiar no esta entre sus planes. Nosotros, los que tendemos a respetar, a ceder el asiento, a sonreír, y a extender la mano, tenemos que aprender a decir lo que sentimos y pensamos, superar el miedo o la confrontación y mostrar que se puede hacer un mundo mejor, si se quiere.
Gracias por el aprecio a este texto y por tus amables palabras .
Un beso Maricarmen
Me gustaMe gusta
Con tu pemiso, lo recomendare en mi facebook, creo que deberia de compartirlo todo el mundo.GRACIAS
Me gustaMe gusta
¿Esperabais cosa distinta cuanto permitisteis se construyese un mundo a imagen y semejanza de América?
Es lo que hay, entidades individuales, en un universo de prisas y consumo.
Modificarlo es harto difícil, pero, quizás, ensoñando el poder del bien, pequeños gestos hagan un todo.
Confiemos.
Yo practico.
Salu2
Me gustaMe gusta