El genio

Aquel era un hombre triste, un escritor cansado y decepcionado, que no había terminado de escribir esa obra siempre prometida, siempre postergada; sus escritos, dispersos e inconclusos, eran los únicos supervivientes de una juventud excitante, bohemia, con artistas de café, conversaciones de tintes poéticos y filosóficos en bares de mala muerte, resacas con ilusión, hambre de conocimientos, de amor, de sexo, todo era intenso en aquella juventud gloriosa ahora sepultada bajo los papeles de su vida madura sometida al aburrimiento y al tedio de los deberes del trabajo y la familia.

Siempre he criticado a mis colegas la exagerada y un tanto cruel tendencia que tienen de hacer bromas sobre los seres humanos. Y les digo que, sin ellos, nosotros no tendríamos posibilidad alguna de liberación: quién destaparía la botella, quién nos haría salir de nuestro encierro milenario,  a quién le anunciaríamos que dispone de un deseo para ser cumplido por nosotros, en retribución por esa liberación.

Los verdaderos genios son los humanos. Los deseos que piden me despiertan cierta ternura y un sentimiento de paternidad que, si no fuera porque los dioses nos lo tienen prohibido, hace mucho que me habría hecho cargo de alguno.

Caminaba de regreso a  su casa de la oficina como todos los días, por la misma senda un poco alejada del tráfico de los automóviles y, sin saber por qué, aquella tarde decidió cambiar de ruta ligeramente y torcer por una esquina para entrar por una calle que nunca había pisado pero que –calculaba-, también lo llevaría hasta su casa por otro lado.

Cuando se hubo repuesto del susto al verme frente a él, y aun con la botella abierta en una mano, le anuncié quién era, el motivo de mi aparición y que tenía que cumplir un deseo suyo.

–        No tengo mucho tiempo, tienes que pedir un deseo –le dije, como si tratase de algo banal, para ayudarlo a superar su temor y estupefacción.

Estoy seguro que pensaba que estaría soñando o que tal vez se había vuelto loco. El hecho es que, de pronto, dijo:

–        Quiero volver a ser el joven que recuerdo y tener la vida que siempre quise.

Mis compañeros y yo seguimos a los humanos, a aquellos que se quisieron someter a la ley del deseo. El de este hombre no era difícil y lo cumplí a cabalidad. Volvió a ser el joven que permanecía intacto en su memoria pero esta vez se convirtió en un escritor famoso, invitado a tertulias en televisión, lo entrevistaban para los suplementos de los diarios, lo invitaban a dar conferencias, a cenar con personalidades de todos los mundos, se compró varias casas y se casó tres veces, tuvo seis hijos, dos por esposa, se divorció de todas pues el sexo le podía más que la fidelidad. Una por una le iban quitado parte de su patrimonio en juicios tortuosos, sus hijos lo repudiaron porque lo creían un hombre egoísta y mentiroso, sus amigos lo encontraban incómodo y aburrido por megalómano y narcisista, los últimos años se había retirado a vivir solo, y ahora estaba viejo y cansado.

Casi todas las noches, cuando no había bebido demasiado, antes de acostarse, decía, mirando el techo de su habitación: “hijo de puta, podrías habérmelo dicho”. Sé que se dirige a mí, pero los dioses, como ya dije, no nos permiten más que un solo deseo por humano. Así que, por mucho que obsesivamente busque botellas mágicas en sus ahora cada vez más  largas caminatas, con la esperanza de poder rectificar, no va a tener esa suerte pues si la encontrase, estoy convencido de que, como dicen mis compañeros, la volvería a cagar.

 

 

Acerca de Javier Revolo

Javier Revolo escribe "Relatos Tóxicos" https://javierrevolo.wordpress.com/ y forma parte de la Asociación literaria Trilce que promueve la creación en lengua castellana en Australia. Vive en Sídney, Australia, y es abogado.
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8 respuestas a El genio

  1. Me recuerda al cuento aquel del sultán que quiso huir de la muerte. Me gusta porque, a diferencia de aquel, plantea los límites cotidianos de la insatisfacción. Saludos.

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    • Hola Santiago
      Me alegra que te haya gustado.
      De pequeño me resultaban un poco pesados este tipo de cuentos con reyes, magos, lobos y/o duendes… nunca llegué a conectar bien con esa iconografia. Ahora, sin embargo, me atraen. No sé por qué.
      A veces creo que algo que parece fácil y acertado a todas luces, puede no serlo, o ser -curiosamente- la otra cara de la misma moneda. El personaje en este relato es un hombre triste porque no ha logrado en su vida lo que quiere y se siente abrumado por cosas o responsabilidades que no siente suyas, recuerda unos tiempos mejores, mas «suyos». Cuando puede elegir lo hace y, sin darse cuenta, cae en la misma o peor desgracia de la que tenia antes.. Creo que, a veces, no se trata tanto de las circunstancias sino de cómo vivimos aquello que nos sucede.
      Un abrazo y gracias por leer.

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  2. Hola querido Javier. Buen micro relato este con el que nos regalas; y muy bien escogida la voz que narra. Lo hace muy interesante el contarlo desde la perspectiva del genio.

    Suele decirse ‘cuidado con lo que deseas porque se te puede cumplir’ (y encima,ahora tú serás el responsable, añadiría yo) y este pobre hombre no fue feliz porque no pidió lo correcto. Posiblemente, dejar de ‘ser’ un amargado.
    .
    Aún así, me quedo con dos interrogantes:
    – Una: ¿Llegó a crear?, ¿o se hizo celebre por ser un tertuliano famoso y peñazo pero sin obra?
    Si llegó a crear la cosa cambia y no sería muy diferente de lo que le puede pasar a un escritor más o menos maldito.
    -La otra ¿Vivir dos largas vidas decepcionantes es peor que vivir solamente una? La verdad es que no lo sé.

    Un fuerte abrazo, primo. Nos leemos.

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    • Hola mi querido y siempre bien ponderado Miguel!
      Es verdad que pedimos lo que deseamos, si la ocasión se presenta, pero casi nunca contamos con quién somos o tal vez manejamos una idea errónea de nosotros… habría que pedir (si nos topásemos con algún mago de botella) ser algo (ser amable, mas alto, mas alegre, no sé) que nos permitiese disfrutar mas la vida, en vez de algo que simplemente no poseemos como la fama, fortuna, o lo que sea, pues aquello va a ser, inevitablemente, administrado por nosotros, y ahí es donde comienzan los problemas
      El personaje es un escritor de éxito (aquel que ya recibió el regalo del mago) que había publicado libros de mucho éxito y era bastante famoso. Lo contrario de aquel otro escritor frustrado y asimilado a la vida burocrática que se encuentra con la botella mágica. Ambos acaban igual, o mas o menos igual, porque son -y siguen siendo-, básicamente, la misma persona.
      En cuanto a vivir vidas decepcionantes, supongo que debe ser siempre mejor vivir una sola vida mala, que ya es bastante…
      Recibe un fuerte abrazo primo!!
      Nos leemos pronto

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  3. Muy bueno tu cuento Javier. Es la eterna búsqueda de la felicidad que nos lleva irremediablemente a la insastifacción y la frustación. Seguimos desperdiciando nuestras vidas buscando lo que no se nos ha perdido.

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    • Estimado Humberto! un gusto tenerte por aquí. Me alegra saber que te ha gustado mi relato. Como bien dices, no hay nada que se nos haya perdido, lo que habría que hacer -si algo hay que hacer- es, como dijo Nietzsche, «llegar a ser quien ya se es». Suena algo críptico pero creo que se refiere a darnos cuenta de quién somos y vivir de acuerdo a ello.
      Este relato es un juego entre los caminos que nos llevan al mismo lugar por diferentes vías o modos. Una persona, dos vidas, un mismo resultado.
      Muchas gracias por la visita y espero leer pronto algo de tu excelente pluma en tu Blog
      http://www.humbertoh.com que recomiendo a todo aquel que quiera disfrutar de un buen escritor.

      Recibe un afectuoso saludo

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  4. Lita Aguado dijo:

    Hay que saber vivir, y estoy totalmente de acuerdo contigo, que a veces nos condicionan más el como lo vivimos que las circunstancias. «Genial» relato

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    • Hola Lita
      Debe ser muy dificil -tal vez demasiado- saber donde esta la linea que divide aquello que nos han impuesto como «bueno y verdadero» y nuestras propias convicciones, aquellas que elaboramos y que nos sirve de guia para movernos en la vida, en nuestra vida.
      A veces un ligero detalle, una infima casualidad, un imprevisto, puede hacer que la vida de alguien sea totalmente distinta de lo que es. Con lo cual, quien tiene la razon? y de que sirve tenerla si a veces, con razon y todo, son nuestros impulsos los que coronan nuestras acciones mas que la reflexion racional que se podria transformar en accion.
      Un beso Lita

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