La venganza

La Dolce Vita” era el bar elegido. Cada uno se sentó a un lado de la barra, frente a frente, cada uno pidió una cerveza y encendió un cigarrillo. Como dos desconocidos. Recuerdo que al principio parecías nerviosa, dirás que no. Pero eso ahora, qué importa

El bar se fue llenando y nosotros nos fuimos metiendo en el ambiente. Le sonreía a una de las caras y tú lo hacías con otra; dos tipos te miraron y comentaron algo, interesados. Uno de ellos tuvo esa suerte que yo no suelo tener: se desocupó un asiento a tu lado. Mientras se sentaba, tus ojos le dieron un rápido repaso. Te ibas a volver cuando él te dijo algo. Entonces recordé tu promesa.

A su lado el otro disfrutaba la confianza de su amigo: “La noche promete…” – se diría. Lo estaba imaginando frotarse las manos como una mosca, cuando de pronto me miró a través de la barra, hice un gesto y me devolvió una astuta sonrisa. “Sonrisa de machos en cacería, sonrisa para una noche en la selva” -pensé y, algo incómodo, di vuelta hacia otra parte-.

Cuando regresé del baño, ya conversaban animadamente, los tres – Prometiste que llegarías hasta el final – pedí otra cerveza y empecé con mi parte.

Había visto dos chicas sentadas entorno a una de las mesas, un poco separadas del resto. Hablaban y se reían, parecía no interesarle nadie de los que por ahí andábamos: mentira, en el ritual del fin de semana todos formamos parte de la misma liturgia.

Me acerqué como quien no quiere la cosa. Pregunté si conocían la zona y si sabrían decirme dónde se podía ir a bailar, un poco más tarde, claro. Su despertar sexual fue una pesadilla.

La que contestó llevaba un gorro de algodón negro casi hasta las cejas, tenía la nariz larga y los labios carnosos, ojos de un cálido color marrón claro, su piel contrastaba con el negro de la gorra y el rojo de su saco de cuero. Dijo que sí, había varios sitios, pero el “California” estaba a unos pasos.

–       ¿Vas solo? –preguntó un poco extrañada.

–       Con Giorgio, un amigo que estoy esperando aquí, es su primera noche en la ciudad y me gustaría llevarlo a un lugar divertido. Yo no suelo salir mucho por esta zona así que ando un poco perdido.

Dentro del bar los cuerpos se apretaban más y la música se mezclaba con el ruido de los vasos y copas que entraban y salían de la barra. Ahora podíamos vengarnos y tú eras perfecta.

Regresabas del baño con pasos oscilantes, sorteando cuerpos, dejando el rastro de tus firmes senos sobre algunas espaldas, cuando te encontraste con aquel representante masculino. Un tipo alto y atlético que desabrochaba de su blanca camisa un solo botón, insinuando un pecho musculoso, atractivo. No lo había visto hasta ese momento. Nuestros ojos se cruzaron rápidamente y te confirmé la elección. Era nuestra oportunidad y sabía que sería única.

Pasado un rato, mientras mis nuevas amigas hablaban, te busqué desde mi silla. Él te miraba con atención y un brillo en los ojos, como pasándote una mano por el pelo. “Vaya, un tipo seductor” – pensé, mientras bebía un trago de mi cerveza -. Tú lo arrullabas con tus cálidos ojos verdes y dulces labios. Lindo trueque.

Hay un tipo de daño que no se cura con el tiempo, se enmascara, pero permanece quieto, expectante.

Había que moverse más deprisa. Invité a mis nuevas amigas a beber unas copas en un bar cerca.

–       ¿qué pasa con tu amigo, no viene?

–       Llamaré a su hotel y le dejo dicho dónde estamos. Seguro se acerca luego – Marqué un número falso en mi móvil e hice como que dejaba un mensaje en el contestador de una habitación. ¿vamos? – pregunté con una sonrisa mientras sacaba unos billetes para pagar la cuenta-.

Más tarde, pasada la criba de la puerta, entrábamos al “California”. La discoteca contenía una masa de gente saltando en la atiborrada pista de baile, parecía una noche divertida.

A la hora acordada recibí tu mensaje en la pantalla del móvil. La cara se me iluminó mientras lo leía y sentí mi corazón golpeando fuerte la camisa. Por un momento pensé que notarían algo. Volví a sonreír y las invité a beber más. Mientras el tiempo transcurría pesado con las siguientes copas, tu minucioso trabajo se estaría desarrollando.

Cuando nos despedimos intercambiamos números de teléfono. “Giorgio se ha perdido una noche excelente” les dije.

La noche afuera estaba seca y fría. Tomé un taxi que me llevó por calles alejadas del centro, entre los altos bloques de concreto llenos de ventanitas, como colmenares verticales, de la periferia de Hong Kong.

Ella esperaba en el rellano de la escalera y subimos juntos a encontrarnos contigo. Estabas en la cocina, en bata y con los pies descalzos; tu tibio cuerpo desnudo rozaba la delicada seda blanca. Te apoyaste contra el armario y encendiste un cigarrillo. Cerrando los brazos sobre los senos, mientras soltabas el humo, dijiste lentamente: “está dormido”.

Me gustó esa mirada que descansó sobre el paquete con dinero que introdujiste en uno de los bolsillos. Te imaginé subiendo al avión, volando, contestando las preguntas de un anónimo compañero de asiento, trasladándote a gran velocidad a un destino sin memoria. Una sociedad en la que ser diferente es un dolor inhumano, no es una sociedad humana.

El guapo galán al que dejaste dormido, estaba ahora quieto y casi listo para ser devorado por dos ansiosos buitres que lo tenían, por fin, preso e indefenso.

Fue interesante ver su rostro cuando lo despertamos, la enorme sorpresa que lo invadió. Creo que ahí supo todo de golpe, atado y amordazado. Al principio parecía que se había calmado, pero de pronto le sobrevino la angustia y desesperación. El pánico. Casi no podía moverse, por lo tanto sus esfuerzos no producían más que abundante sudor.

Esa era la fiesta que habíamos preparado para él: nuestro único invitado. Verlo moverse intentando zafarse de las ataduras, sabíamos que era una reaccion desesperada y casi imposible, pero no sentíamos lástima.

Mi hermana me contó lo que le hicieron, lo mismo que te conté a ti. La confesión llegó un día, sin esperarla, y no pudo dejar de pensar en él, en volver a verlo.

Mucho tiempo después lo habíamos identificado, primero, y seguido desde Australia a través de los años y los kilómetros, después. Era el hombre que la había violado, el que propicio que otros también la violasen aquella noche. Creería que todo estaba olvidado, pero estas cosas no se olvidan, no se borran.

Pero no quisiste conocer detalles, fue suficiente con lo que te contamos. En cierta forma, -dijiste con tu acento eslavo y esos ojos verdes- tú también te vengabas de otros hombres, de la brutalidad a la que te habían sometido desde la juventud por la pobreza. Habías escogido el dinero pero no el dolor. No nos quedaba más alternativa que confiar en ti. Tú nos ayudarías y nosotros te sacaríamos de allí.

El ruido que hizo el impacto de la fuerte cachetada que le dio mi hermana, me hizo regresar de esos pensamientos. Lo escupió con rabia. Esa era la señal acordada. Tenía que introducir la aguja de la anestesia, dejar pasar unos minutos, comprobar que estaba dormido para luego introducir la aguda punta de acero del instrumento en su piel, entre el escroto y el ano, empujar y cortar, conforme a mis conocimientos de medicina que aquella noche fueron tan útiles.

Todo esto terminó en la basura, en una bolsa. Pero ahora, eso qué importa.

 

Acerca de Javier Revolo

Javier Revolo escribe "Relatos Tóxicos" https://javierrevolo.wordpress.com/ y forma parte de la Asociación literaria Trilce que promueve la creación en lengua castellana en Australia. Vive en Sídney, Australia, y es abogado.
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4 respuestas a La venganza

  1. Mmm… ¿Te digo la verdad?
    Claro que, ¿qué otra cosa podría decirte?
    A ver. Pues lo cierto es que creo que el relato -porque tú lo has querido así- se deja querer poco. ¿No?
    Vamos, que a pesar de que yo lo habré leído -sin exagerar- unas ocho o nueve veces…, no es un relato que volveré a leer, pasado un tiempo, por el puro placer de leerlo. Como con aquel de la joven que coge el autobús… O el que tiene una fantasía sexual mientras va en el coche… O aquel que parece que está hablando de una mujer y luego habla de una ciudad, tu ciudad natal creo recordar… O el del arte de escribir letras en japonés… O “Ratón”. ¡Bueno! ¡Ya basta! Si sigo así no acabaré nunca : )
    Voy a intentar expresar lo que a mí me parece.
    El tema es ciertamente escabroso. Muy desagradable. Y mucho más cuando te vas internando en la trama poco a poco.
    Quiero decir que no empieza de una forma abrupta, a pesar de que esas frases en negrita van poniéndote sobre aviso; pero las primeras son bastante neutras y apenas aportan información. Pero me refiero a que no empieza hablando de la venganza, ni mostrando ninguna imagen tortuosa o cruenta que te ponga en el camino de lo que párrafos después va a resultar…
    No. Comienza de forma distendida. Natural. De hecho el tono casual con el que empieza el relato podría sugerir una narración costumbrista, romántica o incluso pelín erótica.
    Eso creo que es lo que hace más desagradable -o difícil- de leer… Imagino que la mente (hablo de la mía, por lo menos) se pone en modo “leer algo agradable” cuando poco a poco las cosas se van complicando hasta llegar a una escena -justo en el último párrafo- hartamente brutal.
    El ambiente va poco a poco cargándose de señales que te van poniendo en alerta, te hacen desconfiar de uno y de otro… Yo por lo menos, durante mucho rato no sabía por dónde iban los tiros. ¿Quiénes eran “los malos”? ¿Quiénes “los buenos”? Sí, ya sé que suena muy maniqueísta, pero, el tono oscuro del relato lleno de tantos disparos cruzados me ha ido colocando ahí.
    Creo que una vez más has logrado con el relato lo que deseabas, -en esta ocasión en concreto-, provocar ese malestar que deviene de un acto horrible y deleznable como es una violación, y de otro que tampoco provoca tanto placer como presume, como es la venganza.
    Aunque en honor a la verdad he de decirte que me he perdido en varias ocasiones… Creo que no he llegado a entender del todo exactamente… El todo sí, pero pienso que no me han quedado claros todos los vericuetos que corren y recorren el relato.
    En alguna ocasión me ha resultado confuso… Como por ejemplo al principio. Durante los tres primeros párrafos le hablas a “ella”, a una chica, hablas en segunda persona, pero de repente en el cuarto párrafo, de apenas dos líneas, dices:
    “Cuando regresé del baño, ya conversaban animadamente, los tres…”
    Es como si en ese momento la incluyeras a ella en el grupo de los que hablas. O sea, ya no te diriges a ella…
    O, ¿para qué se va él con el par de jovencitas, fingiendo que espera a un amigo que no existe y que no llega? ¿Para qué? No consigo captar el quid de la cuestión… : (
    Mmm… Que ya, que ya, que sé que hay algo que no he entendido bien… Y a eso me refiero, que guiada de mi ignorancia o de que ando algo espesa, no he terminado de captar todos los matices.
    Igualmente tengo que decirte que o yo soy más simple de lo que creía (que todo puede ser, jajaja) o me parece que lo has hecho pelín complejo, ¿no? Y estoy convencida de que no es algo casual sino totalmente consciente por tu parte.
    No te conozco como persona, es verdad, pero después de algún añito leyéndonos -y admirando tu prosa, tanto narrativa como ensayística, y tu lírica, como la admiro-, sí creo conocer un poco tu forma de escribir, y eres de los que no dan puntada sin hilo. Jajaja… De modo que…, si eres tan amable y te dejas guiar por tu compasión bien entendida…, ¡ya me contarás!!! : )
    Imagino que ha sido arduo el trabajo de confeccionar este relato, querido Amigo, con un resultado -en mi modesta opinión- un poco complejo, y eso sí, muy, MUY conmovedor.
    Como siempre, gracias, y besos y abracitos a discreción.

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  2. Mi querida y siempre bien ponderada Bea!!
    Me gustan tanto tus comentarios porque los haces, siendo muy educada -como en este caso-, aun cuando el relato no te haya convencido/cautivado del todo. Sinceramente, alguna buena revista se debería hacer con tus servicios como comentarista de libros, te aseguro que lo harías muy bien, lo digo de verdad. Si algún día conozco a un editor de revista literaria te aviso!!
    Bueno, este relato pretende un par de cosas; la primera seria «las voces». Lo que es, de por si, algo bastante arriesgado de hacer. Eso de escribir con varias voces… no se, Cortazar hizo algo bueno (en «Señorita Cora» excelente), y pocos mas… ya vez, lo intenté pero no con mucho éxito.
    La narración se describe con la voz del narrador/protagonista en segunda persona, a dos niveles, uno descriptivo de lo vivido/sucedido y el otro nivel mas «intencional», o «mental» sobre los mismos hechos; es decir, a quien se dirige el narrador participó (primer nivel) de los hechos del relato; pero también le va contando cuales fueron las intenciones o motivaciones para hacer lo que hicieron (segundo nivel) y, en este caso, tanto ella como nosotros nos estamos enterando de qué paso por la mente del narrador conforme leemos. En fin, las frases en negrita tenían esa función. de hecho lo pensé así. En un momento la descripción del relato seguiría hasta el final y la «confesión» se bifurcaría hacia otro «plano», asi se establecerían los dos niveles diferenciados, en el cual uno quedaría como el relato de los hechos y el otro el de las intenciones o reflexiones sobre esos mismos hechos. Esa era mi intención.
    El tono de la narración es ambiguo. Uso elementos que al principio, de algún modo, podrían llevar a pensar en algo de orden sensual, incluso sexual. El ambiente, las descripciones, incluso las frases que le dirige a ella. Pensé que de ese modo habría mas contraste y dejaría una impresión mayor. Obviamente no pretendía un relato agradable, mas bien al contrario, algo frío y tal vez incómodo (no se si desagradable seria la palabra…) veo que me pase un poco jajaja
    En cuanto a lo confuso… lo admito, de hecho, creo que lo cambiaría quitando las frases en negrita para dejar un relato mas lineal, no perdería casi nada y si ganaría mucho en coherencia y tal vez claridad. Pero era un riesgo que quería tomar.
    Sobre lo que dices: «En alguna ocasión me ha resultado confuso… Como por ejemplo al principio. Durante los tres primeros párrafos le hablas a “ella”, a una chica, hablas en segunda persona, pero de repente en el cuarto párrafo, de apenas dos líneas, dices:
    “Cuando regresé del baño, ya conversaban animadamente, los tres…”
    Es como si en ese momento la incluyeras a ella en el grupo de los que hablas. O sea, ya no te diriges a ella…»
    Aquí, sin temor a equivocarme mucho, el narrador habla de dos chicos que se acercaron a ella en el pub. Uno encontró un asiento libre a su lado, se sentó y el otro fue quien cruzo la mirada con el narrador. Cuando este volvió de los aseos hacia donde estaba su cerveza, conversaban los dos chicos con ella, o sea, los tres. Espero que ahora se entienda mejor. Me sigo dirigiendo a ella en todo el relato.
    En cuanto a que el narrador se va con las dos chicas. Lo hace para dejar que ella tenga tiempo de llevarse al hombre y drogarlo en el apartamento -es prostituta y se va con ese tipo pues sabían que era quien había violado a la hermana del narrador y frecuentaba ese pub los fines de semana, así que le tienden el anzuelo, es decir, ella, para cazarlo y vengarse- de ese modo ellos llegarían, pasado un tiempo calculado y acordado, para consumar lo planeado. Las dos chicas solo sirven para hacer tiempo y evitar sospechas. El narrador tiene que estar en el pub para confirmar que ella se lleva al violador (y no a otro hombre) al apartamento alquilado para tal fin.
    No es un relato que se lea con facilidad y eso la verdad no es de mi gusto, Quise arriesgar, pero no creo que haya quedado bien. Por suerte estas tu Bea para ayudarme a mejorar lo escrito! y lo digo de verdad, sin ningún sarcasmo. Te doy de veras las gracias.
    Te agradezco también que hayas tenido la paciencia de leerlo mas de una vez, yo no se si soy tan paciente… en todo caso, ahora pienso corregirlo pero antes voy a dejarlo un par de días así pienso que hago.
    Recibe un beso y mucho carino!

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  3. Hola Javier,

    Interesante relato. Por mi parte, lo he seguido más o menos sin problemas; quizás porque el argumento me suena por haber leído algo similar publicado por ti, -¿en La Comunidad?- hace tiempo. Como escritor aficionadete que soy, entiendo perfectamente esa búsqueda; ese deseo de experimentar con el lenguaje, la expresión y la comunicación aunque se arriesgue con los resultados. Y como lector… no puedo menos que agradecerlo. Fíjate que un exceso de explicaciones le quita al lector esa posibilidad de completar la historia. Así, por ejemplo, en tu relato me parece excelente la línea que dejas abierta (más «negra» y «psicológica») en el personaje de la prostituta, en la que la venganza no se produce sobre una persona en concreto (el violador) sino sobre un tipo de persona: el machito conquistador, Un abrazo de verdad, primo.

    Miguel

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    • Hola Miguel! me alegra que me leas de vez en cuando, siempre es estimulante saber que lo haces pues tu lectura inteligente aporta algo nuevo a lo que lees, como en este caso, por lo que dices de ese personaje, la prostituta ( o «escort» como llaman a las versiones mas sofisticadas de la profesión). A mi también me parece que tiene un lado oscuro, algo menos identificable que una violación , y su intervención y ayuda eficaz e llevar a cabo la venganza (que no es suya pero de algún modo la hace suya) podría venir motivada tal vez por aquello que tu esbozas en tu comentario, algo así como una venganza difusa sobre un tipo de hombre, el violento que la posee y desecha, aquel que no la ve como un ser humano sino como una especie de objeto animado… no se, claro que no se, como se puede sentir una mujer al recibir a hombres así, lo que se sentirá después de esos atropellos, de esos intercambios sin intimidad, pero me puedo hacer una idea y creo que debe ser algo muy duro. En fin, ese aspecto del personaje le da mas volumen al relato y solo me queda darte una vez mas las gracias por tu comentario, por tu forma de leer. Un abrazo querido primo!!

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