Eres la mujer
de la cama,
de la luz
entre el pelo,
de la bata
entreabierta,
del abrazo
delicado.
En la habitación,
tus largos cabellos
no se sostienen
por la gravedad,
sino por la oscuridad.
Tus ojos de amor
se apoyan
como dedos infantiles
sobre mis labios
cuando hablo,
y de tus besos
la saliva dulce
se convierte en sangre
que me penetra y nos une para siempre.
Hoy,
las sábanas blancas
la almohada
larga
la ventana
las luces de afuera
y la noche
son las mismas,
tus cabellos,
sin embargo,
reflejan un sol mas viejo,
y tu piel oscura
absorbe su luz.
Nosotros habitamos
los mismos cuerpos,
pero aquellos
de la noche estremecida,
están en otra parte,
esperando,
entre la costumbre de los dias,
una señal
que no acaba de llegar,
entre los colores,
los olores de aquella cama
cubierta de ayer,
porque saben
que llegará con el viento
y eso los mantiene
fervientes
sacerdotes de un dios
solo para dos.